Historia de una tendencia: La chaqueta Chubby de piel (falsa)
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Gucci por Tom Ford: Chubby jacket en 1996 |
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La moda en Gucci 2014 por Frida Giannini: la chaqueta Chubby |
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La moda en Gucci Otoño Invierno 2025 en Milán |
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Gucci por Tom Ford: Chubby jacket en 1996 |
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La moda en Gucci 2014 por Frida Giannini: la chaqueta Chubby |
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La moda en Gucci Otoño Invierno 2025 en Milán |
Cuando la expertise en la artesanía, el perfeccionismo y la sed de innovación confluyen, dan lugar a un gigante como Loewe. La casa de lujo tiene 178 años de vida y pisa más fuerte que nunca.
Por Candela Abril Rodríguez | Lic. en Comunicación editora de ¡Una pizca de azúcar!
Probablemente conozcan la marca Loewe por sus creativas campañas -como la última de otoño invierno 2024, con Daniel Craig o James Bond como nuevo embajador–, por sus extraños bolsos con forma de hortalizas o por sus virales zapatos y conjuntos inspirados en las muñecas Polly Pocket. Pero Loewe no nació con Jonathan Anderson, su actual director creativo, y su bolso Puzzle.
Hace unos 178 años –se cree que en 1846, pero pudo haber sido antes–, se creaba en Madrid un modesto taller de marroquinería y encuadernación. Y un buen día, en 1872 –casi treinta años más tarde–, llegó a ese taller un distinguido señor alemán, muy interesado en aprender la técnica y enamorado por completo de los encantos de la península ibérica. Heinrich Loewe Rössberg –o Enrique Loewe Roessberg–, impresionado por el know-how de los artesanos españoles, se asoció al taller y creó su propia marca, E. Loewe, con sede en un enorme local de la calle Príncipe de Vergara. Tras ese primer hito, ocurrido en 1892, vino el segundo: en 1939 se inauguró la tienda de la Gran Vía madrileña, que hoy aloja a la Galería Loewe.
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Primera tienda y taller de Loewe |
Podríamos decir que este distinguido señor alemán fue un antes y un después para aquel taller de marroquinería, ya que potenció lo que el grupo de artesanos españoles, fundadores del mismo, ya hacía. De producir pequeños artículos de cuero como billeteras y fundas para cigarrillos o joyas, se pasó a crear cualquier tipo de leather goods. Aquí, comienza el verdadero camino hacia el éxito de la marca: con el diseño, por ejemplo, de exclusivos bolsos para las damas. Ese éxito culminó en un título de proveedor oficial de la Casa Real, otorgado en 1905 por el Rey Alfonso XIII. Sí, un título honorario de la corona. Evidentemente, la marca tiene unos cuantos años –y una reputación intachable–.
Las técnicas tradicionales de la marroquinería artesanal, las nuevas tecnologías –como el 3D utilizado para la colección Toy Proportions, otoño invierno 2023– y la innovación, forman parte del ADN de Loewe. Aunque parezca casi un oxímoron combinar palabras como “tradicional” e “innovación” en una misma oración, no podemos negar que, en la práctica, funciona. Estos elementos conviven en armonía. Y le funcionó tan bien a la marca, que puede darse el lujo de festejar su supervivencia a través de tres siglos –el XIX, el XX y el XXI–.
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Conjunto inspirado en las Polly Pocket. Colección Toy Proportions otoño invierno 2023 |
El aspecto tradicional del asunto nació en el siglo XIX, con la labor que realizaban los artesanos españoles con el cuero. El elemento innovador se sumó en el camino, con el paso de los años, el boom de internet y la llegada de las redes sociales. La manualidad, el oficio y una profunda visión de la estética y de las artes, llevaron a la creación, en 1988, de la Fundación Loewe.
La Loewe Foundation, actualmente presidida por Sheila Loewe, fue creada por Enrique Loewe Lynch, padre de Sheila y cuarta generación de la familia fundadora. Lo que surgió como una “fundación cultural privada” –como lo indica el sitio web de la marca–, tiene hoy el objetivo de reconocer a artesanos que, con su talento único, impulsen la artesanía y establezcan nuevos y mejores estándares para el futuro de la misma. Aquí puso su talentosa mano Jonathan –o JW– Anderson: en 2016 creó el Loewe Foundation Craft Prize, el primer reconocimiento internacional a la artesanía contemporánea.
Si esta marca, de nombre impronunciable para algunos –hecho capitalizado, muy inteligentemente, en el spot Decades of confusion, lleva 178 años en el mercado, por algo será. Un rebranding nunca es cosa fácil de lograr, menos aún para una firma con tanta historia: es la casa de lujo más antigua que el grupo LVMH tiene en su poder. Pero el irlandés Jonathan Anderson, director creativo de Loewe, llegó en 2013 a oxigenar el asunto.
Si bien Loewe no flaqueó y se mantuvo, a lo largo de los años, en el podio de las marcas más importantes, los últimos dos han sido clave. Anderson y su equipo lograron, mediante una exquisita estrategia de marketing, captar el interés, particularmente, de la Gen Z y los millennials. La aparición de la graphic tee “I told ya" en Challengers de Luca Guadagnino; Daniel Craig de 007 y Greta Lee de Vidas Pasadas como nuevos embajadores; y los divertidos posteos en las redes de la marca, fueron factores fundamentales para que Loewe se posicionara como la firma más popular por dos años consecutivos. Ni hablar de los desfiles de Menswear SS24 y SS25, con instalaciones de la artista estadounidense Lynda Benglis –también creadora de una línea de joyas para la marca– en el primero; y con el texto “Contra la interpretación”, de Susan Sontag, como eje articulador del segundo. Todo esto aporta, indudablemente, matices y fuerza a las presentaciones de las colecciones, que están centradas en demostrar –como si todavía hiciera falta– la singularidad de la marca.
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Locación del desfile Menswear primavera verano 2025 de Loewe, con una instalación del artista Paul Thek |
Las grandes casas de moda están en una puja constante para ganar la atención de una audiencia más picky e insaciable que nunca. Con un público que busca contenido de valor en medio de un mar de ofertas, Loewe lo está logrando gracias a un director creativo que llegó para darle un nuevo y vibrante color a la marca. Y sin hacerla perder su esencia, que continúa siendo su fuerte: el trabajo con materiales nobles como el cuero, la artesanía y esa pureza con la que Jonathan Anderson califica a la mano española que enamoró, alguna vez, a Heinrich Loewe Rössberg, allá por 1872.
Artesanos de todo el mundo pueden participar, con piezas únicas, de la competencia por el Loewe Foundation Craft Prize. La inscripción estará abierta hasta el 30 de octubre de 2024, siguiendo el link.
“Me he estado preparando para este momento desde hace un tiempo y siento que es hora de dejar espacio para que una nueva generación de talentos aporte su visión de la marca” fue el anuncio que en marzo de 2024 Dries van Noten compartió con una carta en su cuenta de Instagram. A punto de cumplir 40 años de trabajo en su etiqueta, la noticia seguía que su cese se haría efectivo este mes de junio y que la colección masculina de primavera-verano 2025 en París Fashion Week sería el último desfile presentado por el diseñador belga. Bueno, llegó ese día.
Dries van Noten se despidió de su etiqueta en el marco de la presentación de las colecciones masculinas parisinas y a saludar fueron desde Martin Margiela hasta Walter Van Beirendonck y Ann Demeulemeester, dos de The Antwerp Six, el grupo de diseñadores belga que revolucionó la moda cuando se presentaron a mediados de los años 80 sus carreras en Londres y luego París.
Para reponer la carrera del diseñador belga, en el desfile se pasaron films sobre sus colecciones, claro que sobre la pasarela los looks remitieron a sus señas de identidad que lo llevaron a ubicarse en el mundo de la moda como un diseñador con visión, creatividad y talento evidente. Fuera de Francia y a un click es posible recurrir a DRIES, el documental dirigido por Rainer Holzemer donde se evidencia la visión de un creador. En este documento, Dries Van Noten refleja su mundo privado, motivaciones y obsesiones que luego impregna en una colección.
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El documental DRIES se encuentra disponible on demand en https://watch.dogwoof.com/ |
Dries van Noten fundó su marca de diseño para hombres y en 1986 se presentó en sociedad junto al grupo "Los 6 de Amberes" (Ann Demeulemeester, Walter Van Beirendonck, Dries van Noten, Dirk Van Saene, Dirk Bikkembergs y Marina Yee). En el documental de moda DRIES se ven los primeros desfiles de moda masculina y el debut de la línea femenina en la Primavera / Verano de 1994. Cada etapa muestra también los vaivenes que va teniendo la moda, la importancia de la prensa para la legitimación de un diseñador (el nombre de Suzy Menkes se repite como eje de etapas que necesitaron un cambio) y también el pensamiento de un hombre que cree en sus propios principios para hacer moda, pero que no escapa al ritmo vertiginoso que esta industria demanda. "Nadie necesita revoluciones en la moda ahora. Hoy se trata más de cómo hacés las cosas, las sutilezas son importantes. En mi caso, es en lo que me concentro", dice.
El documental 'Dries' abre con una imagen de la alfombra que la artista argentina Alexandra Kehayoglou realizó para la colección Primavera Verano 2015 de Dries Van Noten y cierra con el desfile Otoño Invierno 2017 que el belga hizo en el escenario del Palais Garnier. En el medio hay un sin fin de momentos que retratan la creación de telas, la búsqueda de estampados, las flores y jardines que lo rodean que hoy podemos poner en contexto junto a las imágenes de la despedida de Dries van Noten en la colección masculina Primavera Verano 2025 en París.
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J. Crew’s Ludlow suit, el último de los trajes más populares, desde 2008 siglo |
Los inicios del traje
La creación de la vestimenta se remonta a épocas en que, como humanos, comenzamos a sentir la necesidad de cubrirnos. Ya sea por las inclemencias climáticas, por motivos religiosos o por el sentimiento de vergüenza –aquí, las opiniones se dividen–, el ser humano es un ser que usa ropa. Esto nos diferencia, sin dudas, del resto de las especies. La vestimenta nos define, nos sirve para diferenciarnos y, también, para crear comunidad.
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Este jubón de alrededor de 1364, ya presenta las características que retomarán los trajes varios siglos más tarde |
El género y la vestimenta
No creo que suene novedoso que, como tantas otras invenciones, el primer traje fue creado por y para los hombres: George Bryan ‘Beau’ Brumell fue quien comenzó a utilizarlo y lo popularizó, en la Inglaterra de principios del siglo XIX. Ese conjunto de prendas que iban a juego, de silueta recta y que permitía el movimiento, no fue usado por mujeres hasta 1930. Y más aún: las mujeres recién comenzaron a usar pantalón –parte importante del traje clásico–, regularmente y en público, luego de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, prendas con tipologías y objetivos similares, ya habían sido creadas varias décadas antes y sirvieron de inspiración para el traje de Gabrielle ‘Coco’ Chanel que hoy, algunos –o unos cuantos–, consideramos icónico.
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Ilustración de Beau Brumell, el primer dandy y hombre en usar la silueta del traje que conocemos actualmente |
Cuando, en el siglo XIX, la mujer comienza a tener un mayor acceso a la vida social y pública –gracias a la pequeña pero progresiva conquista de derechos legales y como resultado de la Primera Guerra Mundial–, su vestimenta se ve modificada. Las tipologías se vuelven menos restrictivas y hasta permiten –aún con sus falencias–, practicar deportes como el tenis. El nombre de Jean Patou es conocido por sus aportes al sportswear, a través de su entonces provocadora creación: el traje de tenis para la campeona francesa, Suzanne Lenglen.
Ya hacia 1895, Charles Frederick Worth, quien se considera fue el primer modisto, confeccionaba las chaquetas y los kimonos que se popularizaron a mediados del siglo XIX en Europa– prendas con líneas similares a las del traje masculino, pero destinadas a las mujeres. Las chaquetas sastre que creaban la ilusión de hombros anchos –como sucede con las hombreras que utilizamos en la actualidad–, son las que sentaron precedente y dieron lugar a la moda unisex del siglo XX –que comenzamos a ver con Calvin Klein y Benetton en los 60-70–. Las nuevas formas de pensar la figura de la mujer en sociedad, se vieron reflejadas en la ropa que los modistos, devenidos diseñadores, confeccionaban. Al fin y al cabo, la moda debe responder a las necesidades de las personas y no al revés. Así, comienza a romperse, de a poco y con retrocesos, un paradigma: el de los restrictivos estereotipos de género en la moda.
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A la izquierda, la obra El Sr. y la Sra. I. N Phelps Stokes de John Singer Sargent (1897). A la derecha, un vestido de calle de Charles Frederick Worth (1895) |
Luego de la Primera Guerra Mundial, esas mujeres que ya no solo eran amas de casa, sino también empleadas y parte fundamental del sostenimiento del aparato productivo en épocas de escasez, pierden sus empleos. Pero no sus ganas de seguir participando de la esfera pública, del deporte y de todo aquello que les había sido negado pocos años antes. Así es como la imagen femenina cambia de manera radical. Hacia 1920, arrasan las siluetas andróginas, rectas y descontracturadas. Incluso antes –en 1915–, el modisto John Redfern confeccionó conjuntos de falda y chaqueta que servirían de inspiración para lo que vino luego.
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A la izquierda, conjunto de falda y chaqueta confeccionado por John Redfern (1915). A la derecha, conjunto de falda y chaqueta Chanel (1927) |
El traje hoy: avances y retrocesos
Hoy, prepondera la deconstrucción del traje. Si bien los elementos característicos del típico conjunto de dos piezas continúan siendo la practicidad y usabilidad, florecen nuevas necesidades. El afán del ser humano de explorar su sensibilidad no es excluyente del arte. Mediante la ropa que usamos, comunicamos. Le indicamos a nuestros compañeros de planeta –our fellow human friends– que somos diferentes o parecidos a ellos. En ese sentido, nuestra ropa está atravesada por lo que el pensador Roland Barthes llamó nivel de connotación. Incluso podríamos discutir si la moda, finalmente, es art o craft –o ambas–. Hoy, las mujeres usamos pantalones, faldas y todo lo que exista en el medio. Tenemos nuevas libertades y, también, nuevas restricciones –como en toda época–. Nuestras prendas connotan: ¿a qué estrato de la sociedad pertenecemos? ¿A qué tribu urbana? ¿Cuál es la filosofía de vida que articula nuestra manera de actuar con otros?
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Homenaje al traje de Chanel, realizado por Yohji Yamamoto en 1997 |
Se pasó del traje usado por los hombres, y del conjunto de chaqueta y falda adaptado para la mujer, al conjunto de chaqueta y pantalón, y al sumamente disruptivo uso femenino del propio pantalón. Del traje chaqueta perfeccionado –y usado– por Chanel, una década después del new look de Dior, pasamos al traje de André Courrèges en 1961 y a la andrógina figura femenina que vestía pantalón, blazer en siluetas sencillas y colores oscuros, popularizada por Yves Saint Laurent en 1966, inspirado por el streetwear parisino. Las innovaciones tecnológicas fueron las que posibilitaron la aparición de las fibras artificiales y el prêt-à-porter en los 60 y, con este último, aceleraron el consumo de masas y fortalecieron a la industria de la moda –con consecuencias ambientales y sociales, desde luego–. Se dice que la historia es cíclica y, claramente, algo similar sucede actualmente –salvando las distancias–. El avance de las tecnologías nos brinda, no sólo nuevas comodidades –como sucedió con las grandes invenciones de la Revolución Industrial, por ejemplo–, sino también nuevas posibilidades de expresión mediante las artes y la moda.
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A la izquierda, el regreso de Chanel luego de la Segunda Guerra Mundial (1958/1959) A la derecha, traje pantalón de André Courrèges (1969) |
¿Qué pasa hoy? La deconstrucción del conjunto de dos piezas
Fibras naturales y materiales inorgánicos, explosión de color en forma de color-blocking y la tendencia del quiet luxury, el upcycling y la moda rápida: todas estas expresiones de la moda –y más– coexisten hoy. Son tesis, antítesis y síntesis de una época: la nuestra, marcada por la conciencia socioambiental y, al mismo tiempo, por el anhelo de tener lo último de las pasarelas. Y todo esto, profundizado por la vertiginosa dinámica de las redes sociales.
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Yves Saint Laurent adaptó para la mujer, en la colección Otoño/Invierno de 1966, el traje masculino o tuxedo |
La moda funciona, en este contexto, como un espejo que refleja algo que excede nuestra necesidad de vestirnos. Refleja nuestra necesidad de diferenciación y de pertenencia, nuestra búsqueda de estatus y nuestros ideales políticos. El traje fue –utilizando la jerga actual– un must-have a lo largo de los siglos y, si analizamos las mutaciones que sufrió, podremos identificar rápidamente cómo refleja fielmente las sociedades contemporáneas.
Todo esto se refleja en otras industrias, en otros productos y consumos culturales: como, por ejemplo, la –¿entonces?– importantísima industria televisiva, con programas como Friends y Sex and the City. Además, estas formas de consumo se hacen lugar a los empujones, principalmente, en Estados Unidos, con la aparición y el fortalecimiento de marcas americanas como Tommy Hilfiger y Ralph Lauren. Y sí, Estados Unidos se posicionó como puntero en lo que a exportar productos culturales –en el marco de la cultura de masas– refiere.
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Hoy, nos animamos mucho más al oversize, al layering y a las prendas con roturas o costuras visibles. Rei Kawakubo, de Comme des Garçon, comenzó a hacerlo en los 80-90 |
Abajo, vemos cómo Thom Browne (re)piensa el traje. El desfile Otoño/Invierno 2023 sirvió, tanto para presentar su primera colección mixta de Alta Costura, como para celebrar el nuevo lugar de la marca y del diseñador en la Chambre Syndicale de la Couture Parisienne. Thom Browne demostró su destreza en la sastrería mediante una teatral presentación que tuvo lugar detrás del telón de un enorme escenario, con figuras de cartón ocupando el lugar del público en el Palacio Garnier. La espectacularización en su máxima expresión, necesaria para entretenernos en tiempos en que cuesta hacer otra cosa que no sea scrollear por horas. En esta gris colección, se conjuga lo formal y el estilo clásico del traje, con lo trendy del oversize, los cortes asimétricos y, también, con ese toque irreverente y juguetón que caracteriza al diseñador.
El traje seguirá estando. Pero ¿cuál será su forma? ¿Y sus fines? Si bien se nos presentan estos nuevos modos de vivir y consumir moda, que tildamos de originales y liberadores, reflotan –junto con movimientos de extrema derecha– en el mundo entero formas de coercionar, especialmente, a las mujeres. Vuelven los corsés, y usamos zapatos de taco finísimo y altísimo, por poner un ejemplo tangible. Cabe preguntarse si esto es o no un retroceso. Las mujeres lucharon por ocupar el espacio público, usar prendas cómodas y que las mantuvieran seguras ante eventuales ataques en la vía pública –como es el caso del pantalón–. Entonces, ¿por qué volvemos al punto de partida? Porque la historia y la moda son cíclicas.
Imágenes: Editorial Taschen / Vogue Runway / Musee YSL
Por Ana Belen Arrastia | Profesora en Historia
En Londres a finales de los 70 el punk estaba de moda: alfileres de gancho, hojas de afeitar, tornillos y anzuelos colgaban de la ropa o de la cara de los jóvenes. Cabellos rapados o teñidos de colores fluorescentes, remeras rotas, gafas angulosas, collares de perro y corbatas directamente usadas sobre la piel, se sumaban a la extravagante parafernalia.
Sé infantil, sé irresponsable, sé irrespetuoso, sé todo aquello que la sociedad odia.”
Eran frecuentes los botones, parches e inscripciones de motivos variados, desde nombres músicos de rock hasta frases que constituían el mas puro reflejo de la cosmovisión punk: Destroy, No Future. Las chicas se apropiaron de ítems provenientes del fetichismo y del sadomasoquismo, como las medias de red, las ligas, el taco aguja y el corpiño que se asomaba por debajo de la ropa.